Luego de más de un siglo de existencia, Suzuki tiene una historia digna de ser escrita, pero especialmente, útil como ejemplo de la constancia de tomar la calidad y el respeto por los clientes como objetivo primario.
Cuando la Cultura Suzuki se plasmó a través de hacer las cosas de una manera sencilla pero positiva, bloqueando las fuentes de error humano, estableciendo filtros de cumplimiento de los proveedores y recogiendo las mejores experiencias de los procesos de producción, se pudo establecer una forma de hacer las cosas respondiendo a la condiciones de las personas.
Poner cada manera de hacer las cosas en un manual, enseñarlo, supervisar que se cumplan los pasos, motivar para hacer las cosas bien, fue el inicio de la internacionalización de Suzuki.
Gracias a la mentalidad tan estructurada de los japoneses, se pudo implantar una forma de trabajar flexible para cada cultura, pero rígida con respecto al respeto de la calidad, cuidado del medio ambiente, respeto por el cliente y enfoque de mejora continua.
Así, además de las instalaciones de Japón, se establecieron plantas de producción en Tailandia, India, China, Estados Unidos de América, Argentina y España.
Además de generar miles de puestos de trabajo, producir productos a precios justos, ayudar a la industrialización de las regiones, apoyar el desarrollo integral de las sociedades donde se funda una planta y crear un intercambio constante para la mejora, Suzuki ha pasado de internacionalizarse a globalizarse, es decir, tener presencia en todo el mundo.
Cada moto Suzuki que se coloca en una sala de venta, es fruto de experiencia puesta en práctica, de calidad hecha producto, de confianza en la durabilidad con el uso y, desde luego, en certeza de una relación de compra-venta justa.